Paco Umbral, huérfano de hijo

La gallina umbraliana se hizo a base de poner metáforas y más metáforas, pero a Umbral siempre le tentó el milagro de presentarse a sí mismo hecho y derecho, acabado como un gran personaje, redondo y perfecto como un huevo. Los escritores que de verdad le gustaban (Quevedo, Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna) eran también así: máscaras de carnaval, disfraces de literatos, trajes vacíos en donde el genio rellenaba la figura con sonetos, esperpentos y greguerías. A Umbral le apremiaba la sastrería sacerdotal del escritor y pronto se hizo con unas gafas de culo de vaso que rememoraban los quevedos, una bufanda blanca que le cogió prestada a Valle y un chaleco que bien podía haber heredado de Ramón. Con todo eso, la verdad, no se puede entrar en la Academia. Ni falta que le hacía.
Pero con todo eso Umbral se vistió de sí mismo, se hizo un alter ego con el que salir por la tele y aguantar las entrevistas tontas del personal, mientras el otro, el verdadero Umbral, se enfrentaba a la página nuestra de cada día, tan desnudo e inocente como en aquella foto en que posó sentado en pelotas ante la máquina de escribir. 'Escribo como meo' dijo una vez, y lo cierto es que la literatura le brotaba fácil y natural, con la misma cadencia del chorro de orina de un crío dibujando puros garabatos en la arena. Uno de sus libros, una de sus columnas, podía empezar por cualquier parte, por una oreja cortada sin ir más lejos, porque no tenía más que dejar que la mano hiciera lo que le diera la gana para que el libro se escribiera solo y diera a luz el enésimo autorretrato de Umbral en primer plano, un tanto burlón, extravagante y cínico.
En sus novelas lo que pasaba no importaba mucho y el protagonista siempre se parecía a él mismo, pero es que las novelas de Umbral están como habitadas de gárgolas que eran alter egos, niños solitarios, literatos precoces y adolescentes enamorados de viudas mórbidas y accesibles como gallinas: todo el gastado retablo de una autobiografía que él conseguía vestir una vez más, siempre, de nostalgia proustiana, adjetivos insólitos y prosas malabares. Es que la miopía sólo le dejaba ver de cerca y las gafas eran las lentes del microscopio con que se miraba el alma cada día.
Tenía la voz ronca y cargada de dioptrías, la sonrisa difícil, enlutada por esa rigidez egipcia de no mostrar al mundo más que la carátula del genio, el antifaz hosco de un traje hueco que resguardaba al padre huérfano de hijo. Hubiera querido ser poeta pero la manía de escribir más siempre le llevaba a terminar los renglones y en seguida tuvo que dedicarse a la columna, un género que labró como nadie, con la misma paciente orfebrería con que se había labrado su inconfundible estampa de columna corintia: el capitel de la melena blanca al viento, el fuste larguirucho, abotonado, y la base de unos botines charolados. O sea.
Etiquetas: david torres, literatura, máscara, Umbral
11 Comments:
David, es Las Ninfas una de mis obras de cabecera, con el muchacho yendo a conocer a los poetas y queriendo ser como ellos, descubriendo a las muchachas, y creo recordar que el joven tenía sus expansiones orgásmmicas en la soledad de la acequia, creo recordar. Me gustó mucho esa novela. Luego con Mortal y Rosa, no pude, la dejé a la mitad, demasiado angustiosa y deprimente, tal como ha de ser la muerte del hijo. En cualquier caso, siempre Paco Umbral. Con Las Ninfas, me vale. Luego había otra que me gustó, había un personaje que se llamaba Paco el Moro...¿Recuerdas cuál era?...Abrazos.
Felicidades por tu blog,David. En esta época de sucedáneos y libros descafeinados, los libros de Umbral, descarnados, desnudos, de calle y pensión crudas, se agradecen y se hacen necesarios. Nos ahoga el buen rollito y la corrección política y literaria. Menos mal que sabemos nadar en vuestros libros. Un saludo.
ROCIGALGO
Lamento disentir. Umbral siempre me pareció un excelente prosista y un columnista excepcional. Tenía mucho -pero que mucho- arte para el verbo florido y las distancias cortas, pero, como novelista, nunca me dio la impresión de que diese la talla. IMHO.
No sé, lo mismo es que lo he probado poco. Como el anuncio de la tónica. Pero lo poco que he probado nunca me dejó con ganas de más.
Abrazos,
Pedro de Paz
¡Qué tiempos aquellos cuando éramos progres, algunos! En la primera mitad de los 70 Umbral escribía en la última página del Heraldo de Aragón y nosotros lo leíamos con devoción. Después se fue a "el pais" en la segunda mitad y lo seguimos leyendo. Ya he dicho que éramos progres. Ahora, solo yo soy progre (¿Qué pasa?) y Umbral no es lo que era. No obstante con este comentario tan bueno me entran ganas de volver a hojear un libro suyo. Cualquiera. Solo los primeros párrafos, ¿He dicho que estoy de acuerdo con el Pedro de Paz? Dodot.
Pues a mi no me gusta Umbral, ni cómo escribe ni cómo es.
Sin embargo, tengo que decir que a ti la " literatura te brotaba fácil y natural". Escribes como decía Cesar: "con la difícil sencillez" y se te lee con devoción.
Un saludo
Javier Divisa, no he leído Las Ninfas y no recuerdo cuál era el libro del que me hablas. Mortal y Rosa me parece sublime, el mejor libro de Umbral, sin duda, aunque no creo que Umbral sea un autor de libros, de distancias largas, sino un velocista puro y duro. Sin embargo, Mortal y Rosa está hecho con los fragmentos de ese dolor terrible para el que no existe palabra en ningún idioma.
Rocigalgo, muchas gracias.
Pedro, coincido contigo, no sólo es que no fuese un gran novelista sino que ni siquiera le interesaba la novela. El mismo decía que escribía "novelas líricas" que es justo la antítesis de la novela. Eso sí, como columnista es excepcional y todavía no me explico cómo no ha salido un recopilatorio de sus columnas.
Dodot, yo nunca fui progre, sobre todo por culpa de una novia que tuve, pero es que nací en un barrio pobre y no tuve tiempo de estudiar esas cosas. Es cierto que el último Umbral había perdido algo de fuste y brillo, pero todavía guardaba por ahí columnas que hacen que se te quiten las ganas de escribir por los restos.
Oyana, gracias, aunque creo una exageración evidente que me compares con los monstruos sagrados.
Yo tengo por aquí una compilación estupenda, David, de las columnas que hizo en el 2000 para El Mundo y que sacó Fondo de cultura Ediciones de la universidad.
Pero sí, tenían que hacer más.
Un saludo.
Admiro a Umbral,sore todo su técnica; es más, creo que es de los pocos escritores en que la palabra "técnica", sin ninguna intención peyorativa (más bien al contrario, adquiere sentido. Y estoy de acuerdo en que Mortal y Rosa es una obra maestra, como casi llegó a serlo Leyenda del césar Visionario, pero, en mi opinión, siempre tendrá en el otro plato de su balanza el haber llegado a creerse un género literario y, por tanto a en-si-mismarse (un poco pedantes los guiones, pero bueno). Siempre termino echando de menos el silencio en los monstruos sagrados.
Fdo:Carthy McCormac, ofuscado
Umbral nos engaño a todos haciendonos creer que era escritor cuando en realidad era un kiosquero de plaza helada de provincias.
Umbral era el escritor hecho a sí mismo, por quien nadie hubiera dado un duro en sus comienzos, sin apenas estudios, autodidacta de lecturas febriles, huérfano y desencantado desde casi siempre. Era el ejemplo del escritor profesional, porque supo entender la literatura como un oficio, no como algo de fin de semana. De hecho, conocemos todos el Umbral de los últimos años, el que ganó todos los premios y frecuentó a la jet, pero basta ver sus inicios, muchos años duros peleando por abrirse camino, incluso la depresión que agarró cuando perdió el premio Alfaguara de 1966 frente a Torbado, mucho más joven que él. Él mismo explica, con una sinceridad falsa pero bella, cómo lloró de rabia en su juventud al perder el premio de cuentos de Tomelloso (en "La noche que llegué al Café Gijón", libro imprescindible).
Literatura y vida iban en él tan únidas que nunca se sabe dónde empieza una y acaba otra. Incluso se inventó una biografía. Anna Caballé en la biografía no autorizada "Umbral, el frío de una vida" asegura que ni siquiera nació en 1935 sino antes y que ocultó siempre, veladamente, que su madre lo tuvo de soltera y a él lo mantuvieron escondido con unos parientes. Esto explicaría muchas de las obsesiones recurrentes en su obra y su difícil carácter.
No creo que sea un gran novelista, la novela no le sale porque él mismo defino la literatura como "metáfora y metáfora" y porque toda la imaginación se le iba en eso, en crear un lenguaje y un estilo único e inolvidable.
Confieso que a mí, pese a sus exabruptos y payasadas, me caía bien. Yo le hecho de menos y recuerdo con nostalgia los muchos libros suyos que leí -siempre con placer, fueran o no buenas novelas-en mi juventud.
David, te ha salido un artículo umbraliano cien por cien. Seguro que a él le habría gustado. O sea.
Diego Prado
De Umbral solía leer sus colaboraciones en los periódicos. No recuerdo haber leído ninguna de sus novelas. Esta mañana en el rastro, compré por 3 euros "El Giocondo" ( después de leer tu magnífica entrada sobre él) . Leí la primera página y creo que engancha, lo mismo que tu blog, que acabo de descubrir a través de Savonarola. pancho
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