Medusa a babor

Un escarabajo puede ser una estrella de cine: un triceraptos en miniatura, un samurai de dibujos animados o el emblema divino que obliga al ejército del faraón a desviar su trazo en el desierto y anegar de arena una acequia milenaria. Si Kafka hubiese convertido a Gregor Samsa en una medusa, en vez de La metamorfosis le habría salido un cuento de dos páginas. Con su pinta de extraterrestres chungos, de alienígenas silentes y misteriosos, las medusas sólo podrían habitar en una novela de ciencia-ficción, una de esas agotadoras y austeras odiseas de Lem donde la supuesta amenaza del espacio exterior no es tanto una amenaza como una esfinge irresoluble. ¿De qué van las medusas? ¿Les gusta el voley-playa? ¿Quieren conquistar el planeta o se conforman sólo con el Mediterráneo?
Un animal que se ha adueñado ya del mar más prestigioso y guarro de la historia del mundo (el vertedero acuático de varias civilizaciones) merecería mejor suerte que el miedo ante su picadura urticante y el desprecio por su aspecto de baba. Reconozcamos que hay medusas francamente hermosas, que algunas flamean como cabelleras al sol y se despliegan sobre la superficie del mar en lentas y flamencas escuadras de bailaoras muertas. Quizá la enigmática distribución de esas sombrillas flotantes forme un alfabeto surgido de las profundidades, quizá algo quieran decirnos con esos pequeños látigos que son como caricias desesperadas, llamadas de socorro, balbuceos de una oscura placenta donde estuvimos una vez, donde la piel es transparencia y la luz agua.
Como la araña de Lezama, que recorre el brazo del durmiente hasta llegar a su boca para tejer un mensaje de especie a especie, la medusa está pidiendo a gritos un poeta que se atreva a cantar su belleza en vaivén, su textura de moco y sus humedades venenosas. Los cocineros ya se han atrevido a servirlas en fuego, como primer paso de ese diálogo que la especie humana siempre comienza a dentelladas, como deben empezar los diálogos, las guerras y las grandes historias de amor: por la boca. Van a enfundarlas en galletas, van a dejarlas en salmuera, los niños las degustarán en gominolas. En la imaginación, los esqueletos de dinosaurios engendraron dragones, y los manatíes atlánticos, mujeres con cola de pez que revistieron viejas mitologías del otro lado del mundo. Tal vez, un día, de la medusas también nazcan sirenas.
(Publicado originalmente en El Mundo-El Dia de Baleares el 30 de junio de 2008)
Etiquetas: david torres, insectos, Kafka, Lem, Lezama Lima, medusas, Nabokov
9 Comments:
Las medusas llenan el Mediterráneo debido al calentamiento general del agua, entre otras cosas. Nos quejamos de ellas pero seguimos diariamente poniendo nuestro grano de arena en calentar aún más el horno planetario y en rellenar de mierda el mar, vientre azul del cual (quién lo diría!) salió la vida. Algunos expertos catastrofistas (o quizá no tanto) le dan al Mediterráneo una década más de vida, dos a mucho estirar. Nos quedarán las medusas, como la metáfora transparente del vacío, como el ir y venir sin rumbo de una especie -la nuestra- absurda. Pero que no se preocupen aquellos que sólo piensan en mojarse el culo a salvo: en cuanto las medusas se consuman como helado o manjar de El Bulli, desaparecerán igual que todo lo demás.
Inteligente y sensible artículo, amigo.
Diego Prado
Qué artículo más cojonudo.
Por cierto, ¿qué película es la de los presos que hacen carreras con cucarachas?
Un abrazo.
¡Articulazo el de hoy, Sr. Torres!
En serio, he disfrutado enormemente leyéndolo. Coincido con Prado en su análisis de la cuestión medusil (y humana, por extensión)
Las medusas serán marcianas pero los que desde luego tienen lo suyo son los percebes, esos sí que no sé de qué van, ni de dónde vienen; voley-playa lo dudo, tal vez sean más de jugar al mastermind, vete tú a saber.
Carlota
Muy bonito David. Lo que te falta es venirte un día a bucear y verlas de cerquita (¡fuera bicho, fuera!). La primera vez que me metí en el agua, en un mar no sospechoso de estar muerto ni recalentado, el Caribe, el instructor paró la barca y nos dijo a mi mujer y a mí: "os tiráis y nadáis hasta el cabo de proa. Allí me esperáis y bajamos juntos por el cabo". Me asomé y había flotando alrededor de la barca y del cabo de proa unos dos millones trescientas veinticuatro mil ochocientas treinta y ocho medusas (aproximadamente, mi helmano). Ya tirarte de espaldas allí daba un poco de canguelo, como un rockero que se deja caer sobre el cuadro de las lanzas. Nos tiramos y mi mujer, convenientemente, fue apartandolas con el regulador y la fuente alternativa (mi mujer es de Segovia y ninguna medusa la deja de piedra). Una vez en el cabo, cercados por las medusas (y sin rodela) nos dijimos: "A este le va a esperar su madre" y empezamos a bajar.
Eso sí, bonitas son un rato (como tú has dicho y que yo soy incapaz de decir igual).
Un abrazo
Javier
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
La medusa, amigo y hermano David, protagoniza alguno de los más bellos y al tiempo inquietantes relatos jamás escritos. Recuerdo especialmente Un encuentro con Medusa, de Clarke, y La melena de León, de Doyle -para mi gusto el más extraño y terrorífico caso de Holmes-. También, en ese otro magnífico libro de Simak, Ciudad, aparece su extraño protagonismo, su velada fuerza, su misterio de bella sin alma, tal vez su belleza inaccesible. También me viene al recuerdo un relato con medusas, islas griegas, o islas sin adjetivos, pescadores y soledades, pero confundo a Bioy, a Cortázar, a Borges... non ricordo,mi amico.
La transparencia de las medusas me hace sospechar que sólo se alimentan de otras transparencias, de almas sin duda. Puede que nos transporten al Hades.
Sevaabañarmitíalademurcia García
Gracias, Diego, es una perfecta metáfora.
Loren, no recuerdo la película, sólo los ojos afiebrados de los presos mientras animaban a sus bichejos
Muchas gracias, Dan.
Es verdad, Carlota, pero convivir con los percebes es más difícil. Que se lo pregunten a los percebeiros.
Javier, tu padre se va a meter ahí.
Anónimo, no se duerma. Con lo fácil que es no leer mi blog.
García, gracias por las referencias que desconocía. El relato al que aludes, creo, es La isla a mediodía, de Cortázar, la historia de un azafato que sueña con vivir en una isla griega hasta que el sueño se hace realidad.
Cobarde, pecador!
Además, mi padre no tiene mérito: espanta a las medusas con las orejas
Javier
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