Ezra Pound en una jaula de fieras

Aparte de esa placa y de algunos bustos de artistas contemporáneos que no pudieron resistirse a esculpir su formidable y llameante cabeza, no hay muchos homenajes dedicados a su memoria. Más que uno de los grandes poetas del siglo XX, Pound es una presencia incómoda, solitaria y salvaje. Es difícil levantar un monumento a un hombre que se declaró admirador rendido de Mussolini, de Stalin y de Hitler; que lanzó y escribió proclamas antisemitas; que, desde la radio italiana, arengó a los Estados Unidos para que no entraran en guerra; que fue declarado traidor y encerrado durante varios meses cerca de Pisa en una jaula a la intemperie custodiada por el ejército estadounidense. Al final de la guerra, con 60 años cumplidos, sólo el alegato de locura le salvó del juicio por traición y Pound pasó los siguientes 12 años saltando de manicomio en manicomio.
Sin embargo, antes de su calvario psiquiátrico, durante las primeras décadas del siglo, Pound había cambiado de arriba abajo la literatura moderna. Fue el mentor, descubridor y agente literario más perspicaz de todos los tiempos. Entre los escritores geniales que ayudó, publicó y protegió se cuentan James Joyce, T. S. Eliot, Williams Carlos Williams, D. H. Lawrence, Robert Frost, Ernest Hemingway, e. e. cummings y John Doss Passos. Tuvo el cuajo de corregirle varios poemas al mismísimo Yeats. Sin su ayuda, su entusiasmo infatigable y su generosidad transoceánica jamás habrían visto la luz obras fundamentales de la cultura como La tierra baldía o el Ulises.
En cuanto a su propia obra, hacia 1915, después de una media docena de libros publicados, Pound dedicó el resto de su vida a la escritura de un único y enorme poema que sería a la vez lírico y épico, trágico y cómico, sátira, crítica y autobiografía: una especie de Divina Comedia moderna que intentaba, según sus propias palabras, 'manejar todo el material que Dante se había dejado en el tintero'. Al igual que el Ulises de Joyce, los Cantos de Pound resultan una especie de notas a pie de página de toda la literatura mundial; una compleja y refinada cornucopia, proteica y multilingüe, hecha de centenares de fragmentos propios y ajenos, ideogramas chinos, partituras musicales y tratados de economía; un vasto y casi inabarcable poema que incluye citas y referencias cruzadas de más de tres milenios de cultura, desde Confucio y los clásicos griegos hasta nuestros días. Faulkner dijo que a un escritor hay que medirlo por su capacidad de fracaso y que, según ese baremo, el fracaso más glorioso de la literatura contemporánea era el de Thomas Wolfe y después el de William Faulkner. Se equivocaba: el fracaso más grandioso de la literatura son los Cantos de Pound.
Para acometer una empresa de tal magnitud, Pound contaba con un bagaje literario único: lo había leído todo, de cabo a rabo y de oriente a occidente. Desde los primitivos líricos griegos hasta Villon y la poesía provenzal. Desde Dante y Cavalcanti hasta Lope de Vega y todo el Siglo de Oro español. Desde Catulo y Horacio hasta Li Po. Viajaba de un lugar a otro, de Italia a España, de París a Nueva York, como un vagabundo con un par de maletas, con su agitada cabellera, su bigote y su perilla, y aquellos ojos penetrantes que Hemingway definió una vez como 'de violador fracasado'.
En 1924 se aposentó en Rapallo, cerca de Génova, desde donde asistió con simpatía al creciente auge del fascismo italiano. En esa época, Pound gastó considerables dosis de talento en estudiar ingentes volúmenes de economía e historia para acabar elaborando un ataque furibundo al capitalismo y la usura. Sus ideas sobre el flujo del dinero y la injusticia de los sistemas económicos llegaron a invadir su poesía, como en el célebre Canto XLV: 'Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra'. Una entrevista con Mussolini plagada de malentendidos le dio pie a subrayar su admiración por la figura del Duce. Al borde de la guerra, Pound manifestó públicamente su admiración por el dictador italiano, por Hitler y alabó el talento estratégico de Stalin, mientras que consideraba que Churchill y, sobre todo, Roosevelt, eran responsables de todos los males de la sociedad moderna. Su miopía política era tan enorme y fanática como su perspicacia literaria.
Al igual que tiempo atrás había defendido porfiadamente la prosa de Joyce o los versos de Eliot, Pound intentaba convencer ahora a todos sus amigos de lo acertado de sus teorías sociales y económicas. Su afán catequizador encontró desahogo al fin en una serie de emisiones radiofónicas donde el gobierno italiano le dio vía libre para que expresara sus ideas a través de las ondas. Mientras los cañones tronaban por toda Europa y el norte de África, Pound, en su programa Aquí Radio Roma, tronaba contra los líderes democráticos occidentales, vendidos al capital y títeres de la conspiración judía internacional, o bien leía versos propios y ajenos, y largas parrafadas de filosofía y economía, según fuese su humor del momento. Los servicios de inteligencia italianos no estaban seguros de que, en realidad, aquel viejo chiflado no estuviese enviando mensajes en clave al enemigo.
En septiembre de 1943, cuando las tropas aliadas estaban a punto de dar el salto a la península italiana, Pound salió de Roma solo y a pie, y recorrió cientos de kilómetros en trenes abarrotados de refugiados o caminando por carreteras bombardeadas. Dormía al aire libre, como en sus tiempos de poeta vagabundo. Llegó al Tirol, donde escapó de la milicia gracias a que un escultor de tallas de madera se quedó fascinado con la forma de su cabeza. Volvió a Rapallo para reunirse con su mujer y trabajó otra vez en su gran poema, sus traducciones, panfletos y artículos. Cuando la guerra tocaba a su fin, Pound se entregó al ejército americano que, desde entonces, no supo qué hacer con él. Lo trasladaron a un centro de prisioneros en las afueras de Pisa: unas cuantas celdas al aire libre rodeadas por una alambrada. Encerraron al viejo poeta en una de esas jaulas que casi no le protegían del mal tiempo, la lluvia o el sol. A las tres semanas sufrió un ataque de pánico y el médico del campo temió por su vida. Pound recordó su martirio en unos versos de los Cantos Pisanos: 'Ningún hombre que haya pasado un mes en las celdas de la muerte / cree en las jaulas para las fieras'.
De regreso a los Estados Unidos, Pound se encontraba física y mentalmente destrozado. Un comité médico ordenó su internamiento en un centro psiquiátrico. Sus antiguos amigos (Eliot, Hemingway, cummings) y, sobre todo, su esposa Dorothy le ayudaron a salir adelante durante esos largos años de oscuridad. Al fin, en 1958, el gobierno retiró la acusación de traición y dejó libre al poeta que había pedido reiteradamente, en prosa y en verso, que 'dejaran en paz a un viejo'. Al desembarcar en Nápoles, saludó al estilo fascista y declaró que su país era un 'hospital de locos'.
En Italia vivió sus últimos años, en paz, saboreando la gloria, pero con una amarga sensación de fracaso en los labios. 'No salió bien. Fue una chapuza' dijo una vez, refiriéndose a su magna obra. Lo dijo otra vez, al comienzo del inconcluso Canto CXX: 'He intentado escribir el Paraíso'.
Ezra Pound murió en Venecia el 1 de noviembre de 1972, a los 87 años. Aún cantan los gallos.
(Publicado originalmente en el suplemento UVE de El Mundo en el verano de 2006)
Etiquetas: Dante, david torres, Eliot, faulkner, Joyce, literatura, Pound
9 Comments:
Buen David. Estupenda su semblanza de Pound, uno de los más grandes. Sus Cantares, en tres tomos de Catedra, forman parte de la magra biblioteca que me traje al exilio uruguayo. Y sin embargo, si he de destacar un poema me quedo con "El Regreso".
"Mira regresan ah, mira los tentativos/
Movimientos y los lentos pies/
¡Lo difícil del paso y la vacilación/
Mira, regresan, uno y por uno/
Con temor, medio despiertos/
como si debiera dudar la nieve/
Y murmurar en el viento/
y medio darse la vuelta/
Estos eran los "Alados de respeto"/
inviolables.
¡Dioses del zapato alado!
Con ellos los perros de plata/
husmeando el rastro del aire"
(...)
¡Brindo ante las olas pardas del Plata por su gusto literario, maestro y no obstante amigo!
Nostromo
Pound es uno de mis eternos pendientes. Me avergüenza seguir sin estudiarlo con la profundidad que merece, aunque espero no demorar mucho más sus lecturas. Con respecto a sus ideas fascistas, bueno, hay varias teorías... Victorio Gassman solía decir que era imposible que un artista fuera de derechas... Yo no me atrevería a decir tanto, ya que he leído buenos libros (pocos, eso sí) de escritores fachas. También está, por ejemplo (ahora pasamos a cine), el racista de David W. Griffith, que era un hombre de incomensurable talento...
En fin, podría vertirse mucha tinta al respecto, así que no me extenderé más.
Buen artículo.
Gran abrazo, Nostromo. Gracias por el poema del viejo.
Martin, que yo sepa, no hay ninguna teoría especial sobre las ideas fascistas de Pound. Tampoco ninguna sobre la correspondencia secreta entre el talento y los poetas de izquierdas (no creo que un tipo de derechas sea un facha, una palabra tan desgastada que ya no significa nada). De hecho, sospecho que los mayores poetas del siglo pasado son todos de derechas (Pound, Saint John Perse) o directamente apolíticos, que es otra manera de ser de derechas (Rilke, Kavafis). La frase de Vittorio Gassman es una impresionante gilipollez. En el cine, aparte de Griffith, tiene Vd. a Hitchcock, a Ford, a Hawks o a Bergman. Y entre los actores, a John Wayne, James Stewart, Ward Bond, Gary Cooper y casi casi cualquiera de la época dorada de Hollywood.
Gran artículo, señor Torres, al que sólo me permito matizar un detalle:
Perse no puede ser considerado un derechista (dicho sin matiz peyorativo, que no ha lugar); cercano al socialista Leon Blum, se negó a colaborar con de Gaulle por declararse incapaz de separar su acción de la política,que era lo que, según Perse, exigían los tiempos.
Artículo ejemplar, que incide en lo fundamental (al menos para mí) de Pound: el poder de sus poemas, capaz de trascender sus vergonzantes opiniones políticas. Defensores y difusores suyos en el ámbito hispánico han sido gentes tan poco "sospechosas" como Ernesto Csrdenal en Nicaragua o José María Álvarez en España. Nadie ha pretendido ni pretende separar sus ideas de su escritura; son, al tiempo, irreconciliables e inseparables. ESO es la poesía.El capítulo que Hernández Busto dedica a Pound en su libro "Perfiles Derechos" da una idea bastante ajustada de sus ideas acerca de la economía, las que le llevaron a admirar a Mussolini, bastante más de lo que Mussolini llegó nunca a admirarle,por cierto.
Fdo: me estabas esperando...
"Extrañamente, pensaba que el fascismo no era incompatible con la democracia" escribió Borges de Ezra Pound. No he leído una sola línea suya. No por nada, es que hay tantos escritores que si uno los lee a todos no le queda tiempo para vivir.
Me estabas esperando, tiene razón. Puede que confundiera a Perse con Eliot.
Juan, Vd. cita a Borges, otro de los grandes artistas... de derechas.
No os olvidéis de otros grandes como Pessoa o Céline. David, no acabo de entender eso de que los apolíticos sean de derechas por defecto... Es que me suena a aquello de "Y tú, ¿a quién votas? O me contestas o votas a la derecha..." Ya imagino que no es esa gilipollez pero es que le he dado unas cuantas vueltas y no consigo aclararme. Entiendo, de todos modos, que los casos apolíticos (verdaderamente apolíticos) deben ser muy escasos...
Saludos
Vaya, se me ha colado la verificación en la firma...
Dan, me había hecho la ilusión de que un serbio entrara en mi blog.
Lo de que los apolíticos son de derechas es un reflejo estudiado que he oído en tantas ocasiones (siempre en boca de izquierdistas declarados) que me imagino que debe de ser cierto. No tiene otra razón de ser. En el blog de mi colega Rafael Reig encontrará Vd. suficientes muestras de dicho reflejo nervioso.
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