l Tropezando con melones - Blog de David Torres: En dique seco

David Torres, escritor, guionista y columnista

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martes, 23 de septiembre de 2008

En dique seco

Para mí no hay sensación más angustiosa (con la ropa puesta) que la de estar en dique seco, con una novela que no quiere arrancar y unos personajes que se esconden entre los pliegues obtusos de la nada. En ocasiones, la sequía puede prolongarse durante meses y meses, y en mi caso suele desembocar en mal humor, decaímiento general, perrería indiscriminada, proliferación de melancolías diversas y achaques imaginarios. El síndrome del michelín fantasma que me atacó hace unos meses, no era más que una manifestación cutánea de esa novela ansiosa por salir a flote.



No hay nada semejante al vértigo de empezar una novela. Nada. Una columna, un fragmento del blog, un relato incluso no son más que garabatos de escritura, ejercicios de musculación, cómodos viajes en bote, cabotajes en los que apenas se abandona la costa conocida hasta que al poco tiempo uno vuelve a ser el que era, a desconocerse la misma cara de melón en el espejo. Pero una novela, amigos, es echarse a alta mar, sin destino conocido, sin horario de vuelta, sin más brújula ni rumbo que los que vayan marcando el ritmo de la boga, la lenta marea de palabras. No hay terror semejante ni tampoco felicidad mayor que ese horizonte.

Nabokov dijo una vez que sus pasiones eran las dos mayores conocidas por el hombre: escribir y cazar mariposas. Me importan un bledo las mariposas, pero sé muy bien de la alegría de cabalgar la ola de una página en blanco y del miedo a quedarse sin viento en mitad de un párrafo. El trasunto de Faulkner que inventaron los hermanos Coen en Barton Fink decía que cuando no escribía le daban ganas de cortarse los huevos, meterlos en una cubitera, ponerse la cubitera en la cabeza y salir a la calle dando gritos. Me parece una definición bastante acertada del asunto.

Siempre me pasa al acabar un libro, esa obligatoria cuarentena en que el libro siguiente se va incubando en mi interior como un amor, como una fiebre. Para el escritor no existe el reposo del guerrero. Desde que acabé Niños de tiza, el año pasado por estas mismas fechas, una nueva novela ha ido organizándose en mi cabeza, pidiendo asilo, y mientras acumulaba notas, apuntes y esbozos, me he despertado cada mañana con el pánico cerval de los tenores que se aclaran la garganta y le preguntan a su voz si sigue ahí, si la música no se habrá extraviado para siempre.

En la primera frase de una novela está todo, el germen, el ritmo, la respiración, la atmósfera, el mundo, del mismo modo que en el primer golpe de remos está toda la estela del barco.

Esta semana, al fin, he salido a alta mar.

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16 Comments:

Blogger Héctor Meda said...

Esta semana, al fin, he salido a alta mar.

¡Enhorabuena!

Pero, siento si soy aguafiestas, por lo que he oído lo más difícil es poner el punto final, ¿no?

Saludos

29 de septiembre de 2008, 17:59  
Anonymous Anónimo said...

Hola David,

Suerte por alta mar, espero que sea interesante y que sobrevivas :)

Me encantó conocerte la semana pasada en el taller de Urceloy, gracias por todos los datos.

29 de septiembre de 2008, 19:32  
Anonymous Anónimo said...

Ánimos!

PD. La suerte sólo la deseo a quien la necesita...

29 de septiembre de 2008, 20:05  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Ya era hora de que te dejaras de achaques y excusas. Mucho ánimo. Te recuerdo lo que dice Paul Therouz en Hotel Honolulu: "Escribir una novela es una pesadilla, pero es mucho peor no escribirla".

Javier

29 de septiembre de 2008, 22:28  
Anonymous Anónimo said...

¡Joder qué buena noticia! Pues que el viento sople a tu favor David.
Muy bueno lo de perrería indiscriminada, me parto.
Carlota

29 de septiembre de 2008, 23:27  
Anonymous Anónimo said...

Sólo quiero recordarle un dato vital para la aventura en que se ha metido:
lo de delante se llama proa y lo de atrás popa.
Fdo: Marlowe, navegante circunspecto

30 de septiembre de 2008, 6:47  
Anonymous Anónimo said...

Cuan familiar, amigo David, me resulta esa sensación que describes. Así, a bote pronto, solo recuerdo una peor: estar en trámites de terminar una novela y que se te meta en la cabeza la idea de que lo que has escrito es una mierda que no va interesar a nadie. Es demoledora.

Mi más sincera enhorabuena y mis mejores deseos para esa nueva singladura a la que los habituales estamos deseando echar el ojo (sí, ya sé. Acaba de empezar. Es lo que tenemos los impacientes, coño)

Abrazos,
Pedro de Paz

30 de septiembre de 2008, 10:15  
Anonymous Anónimo said...

Buen momento para escribir, David.
Yo también voy a empezar una novela titulada: "El último día que compré Marca".
Por cierto, tu novela ¿es la que incubabas u otra que se te ha cruzado?
Dalmau me dijo el otro día que la mujer de Burgess, al otro lado de la pared, estaba vigilante del quehacer de su marido y de vez en cuando gritaba: ¡no oigo la máquina! Burgess soltaba la botella y seguía tecleando.
Pues eso David, a toda máquina.
Un abrazo.
Toomey.

30 de septiembre de 2008, 11:30  
Anonymous Anónimo said...

"Una columna, un fragmento del blog, un relato incluso no son más que garabatos de escritura, ejercicios de musculación, cómodos viajes en bote, cabotajes en los que apenas se abandona la costa conocida hasta que al poco tiempo uno vuelve a ser el que era".

Excluyo las columnas, etc, y me quedo con el cuento. ¿No es un poco gratuito? Sin ponerme en plan talibán (porque sé que respetas el género, David, y aquí paz y después gloria), creo que eso es muy relativo. Un buen relato no es un garabato de escritura, de la misma manera que puedes tardar un día en terminarlo o seis meses, caso en que se convierte en un ritornello obsesivo, difícil, no muy diferente a esos tramos de novela que se le atascan uno y no terminan de cuajar.

Son géneros distintos con intenciones disímiles, en eso estaremos de acuerdo. Por lo tanto, no creo que sea bueno juzgarlos en la misma liga ni "pesarlos" en la misma báscula. La dificultad, la extensión y el trabajo los pone cada uno, ¿no crees?

Abrazos, y enhorabuena por ese mar abierto en el que ya estás.

30 de septiembre de 2008, 12:29  
Anonymous Anónimo said...

En el largo y proceloso acto de redactar una novela, la sensación de estar haciendo una braga, un engendro, una maravilla, "¡verás cuando lean esto estos cabrones!", se entrecruzan. La larga distancia siempre es la más difícil, pero es también en la que más tranquilos estamos, por que nos permitimos tener errores y sobre todo porque nos justifica ante nosotros mismos. Filoteo Enguidanos Dalmau, jurisperito y opositor a notarías, lo dejó escrito en uno de sus cuadernos: "Joder que chungo es escribir novelas, menos mal que me dediqué a las notarías, me cago en tó".
Y señor Toomey, creo que en casa de Burgess, ser botella era una profesión movida. En cuanto la dejaba uno la cogía la otra

30 de septiembre de 2008, 13:31  
Anonymous Anónimo said...

¿Y compensa?
¿No te tienta pasar el resto de la vida pescando en bajura?
Es la segunda vez que leo la expresión "pánico cerval" hoy. Qué curioso. Primero a Eduardo Mendoza y ahora a ti.
Casi me da pánico. Cerval.

David Barreiro.

30 de septiembre de 2008, 16:58  
Blogger David Torres said...

Hector, para mí no, desde luego. Como decía Poe, yo nunca empiezo una novela sin el punto final. Lo malo es el mar que hay en medio.

Ana María, gracias. A mí también me encantó conoceros.

Dan, gracias, macho.

Javier, con esa cita me hubiera ahorrado el post. Gracias.

Carlota, gracias, pero yo funciono a vapor.

Marlowe, qué haría yo sin Vd.

Don Pedro, nunca me ha pasado, aunque a mitad de El mar en ruinas sufrí varios atascos y uno de ellos duró años.

Toomey, gracias. A San Burgess le tengo puesta una vela. O mejor, varias botellas de ginebra.

M, sí, lleva razón. Son géneros distintos y ligas distintas. Pero en un cuento nunca me ha pasado esa sensación de perder de vista la costa. No me refiero al tiempo, sino a la intensidad de la obsesión. Quizá sea porque si no acabo un cuento antes de dos semanas, lo dejamos.

Mijangos, qué sabio Filoteo.

David, yo la escribí primero, aunque reconozco que es muy frase hecha sí. Más que en la cerviz se coloca justo en las tripas. Por lo demás, creo que nada me compensa más. También es verdad que no puedo elegir, creo que soy un maratoniano nato.

30 de septiembre de 2008, 19:33  
Anonymous Anónimo said...

Pues lánzate a los escenarios de la vida como perro de caza, observador y trata de conseguir experiencias en aquellas lindes que delimiten sus intereses narrativos, claro, que el tema ha de apasionarle en cierta manera, que luego lleva su tiempo lo de la novela. Pues nada patrón, suerte y navegue a vela, aún siendo lo cómodo el motor, pues me temo David, que a ti te va dejarte llevar por los vientos de tu conciencia y admites pocas interferencias en este viaje de la prosa.
Abrazo.

30 de septiembre de 2008, 22:09  
Blogger Nostromo said...

Y si precisas, buen David, de un lugar tranquilo, mágico e inspirador para avanzar en unos cientos de páginas, vente para este confín del mundo. Hace unos días que volví del último lugar de la tierra, una aldea de pescadores (y pecadores, por los ojos porcinos empapados en ron de alguno de ellos), varada en el este de Uruguay. Se llama Punta del Diablo y en el invierno-otoño-primavera austral es un lugar desierto, de extrañas cabañas a pie de playa y cielos indescriptibles al amanecer. Nada mejor que sentir ese batir de olas en la fría noche, con un fuego en la chimenea y una botella del brebaje que aquí llaman "medio y medio". Y un buen libro en las manos (leía a Bruce Chatwin, Alá le tenga en la gloria) o una buena novela en el disco duro del ordenador. Lo dicho, si querés venir, venite, amigo.

Brindo con medio y medio por tu nueva creación.

1 de octubre de 2008, 2:47  
Anonymous Anónimo said...

No sé, David, si habrás visto ya la entrevista al gran José Donoso que hay en Google video entera, del añorado programa de los 70 "A Fondo". No tiene desperdicio, amigo. En ella Donoso cuenta todo lo que le pasó escribiendo EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE, que daría por si solo para otra novela. Cada vez que se ponía le daban unos ataques de úlcera tremendos. El pájaro, como él dice, le estaba comiendo las tripas. Tras muchos avatares la acabó (pasaron varios años, reclusión psiquiátrica incluída) y con ello concluyeron para siempre los dolores. Pero hay que oírselo contar a él.
Espero que esto te anime para la nueva novela.
En mi caso, superadas las 20 primeras páginas de escritura, ya sólo siento deseos de remar y ver hasta dónde llego.Mi problema es el tiempo, más bien su falta.
Abrazos.
Diego Prado

1 de octubre de 2008, 9:41  
Blogger Andrés Pérez Domínguez said...

Yo también ando navegando, David. Dejé de ver la costa hace mucho, lo que quiere decir que no hay vuelta atrás. Sé adónde quiero llegar, pero aún me queda para ver de nuevo tierra en la línea del horizonte. Ahora ando luchando en alta mar, con olas de tres metros, las velas arriadas para que no se me vaya de la mano la travesía y la mano firme en el timón, para mantener el rumbo. En fin, después de esta cursilería -que es cierta porque ando arremangado hasta los codos con una novela-: ¿vas a Logroño? Yo sí, así que si vas nos veremos por allí, o en el autobús.
Un abrazo,

2 de octubre de 2008, 0:11  

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