El blanco silencio de Finlandia

Cuando murió, dos años después, en Finlandia se decretó luto nacional, las banderas ondearon a media asta y a su funeral en Helsinki acudió una verdadera multitud, incluido el presidente de la República y numerosos representantes del gobierno. Llovieron pésames y mensajes de condolencia desde todos los lugares del mundo. Sin embargo, para la historia de la música, el corazón de Sibelius se había detenido mucho tiempo atrás. Durante medio siglo había permanecido inamovible, indiferente a las variaciones del gusto y de las modas: todos los movimientos musicales del siglo XX, todas las vanguardias -impresionismo, dodecafonismo, serialismo- habían golpeado en vano a su alrededor. Resulta tentador atribuir el obstinado silencio de Sibelius a su aislamiento: se sentía tan lejos de las corrientes musicales de su tiempo como Finlandia del centro de Europa. Su música permanecía anclada en los primeros compases del siglo, la época gloriosa de la gran orquesta wagneriana, de Mahler y de Strauss. Sin embargo, en 1913, años antes de que Sibelius diera a conocer al mundo la que tal vez sea su obra cumbre, la Quinta Sinfonía, Stravinsky estrenaba La consagración de la primavera y Schönberg sentaba las bases de la atonalidad con su Pierrot Lunaire. El mundo de Sibelius (con su fragorosa evocación de la naturaleza salvaje y sus insólitos desarrollos sinfónicos a partir de melodías muy simples que parecen crecer orgánicamente) no tenía nada que ver con aquellas batallas artísticas que se estaban librando en Viena y en París.
De hecho, en la década final de los veinte, durante los espléndidos años finales de su producción, Sibelius sobrevivía como un anacronismo inmenso y extraño, un fósil viviente del romanticismo tardío al que sólo le importaba seguir su propio camino. Karajan lo expresó mejor que nadie: 'Es un compositor al que realmente no se puede comparar con ningún otro. Es, a su manera, como las Masas Erráticas. Están ahí, son colosales, son de otra época y nadie sabe cómo han llegado hasta allí. De modo que es mejor no preguntarse por qué'.
Desde que el gobierno finlandés (consciente de la importancia de financiar a un artista al que auguraban rango de gloria nacional) le concediera una beca anual de tres mil marcos, Sibelius había dejado las clases en el conservatorio de Helsinki y se había dedicado exclusivamente a la composición. Alejado de los círculos artísticos europeos, buscó sus fuentes de inspiración en el Kalevala, la epopeya nacional finlandesa, y en los fríos paisajes del norte. Una vez, paseando con un amigo, empezó a identificar uno por uno los cantos de los distintos pájaros del bosque. De repente graznó un cuervo y el amigo preguntó a qué instrumento correspondía. 'A un crítico' dijo Sibelius.
En realidad, aunque le afectaran, nunca había hecho mucho caso de las críticas. Frente a los demás sinfonistas, que parecen explorar siempre el mismo material desde diversos ángulos, cada una de sus siete sinfonías es radicalmente diferente a la anterior, como si hubieran sido compuestas por hombres diferentes. Cuando en 1907 conoció al más ilustre sinfonista de su tiempo, Gustav Mahler, ambos departieron amablemente sobre la forma sinfónica a la salida de un concierto en Helsinki. Para Mahler, la sinfonía 'debe ser como el mundo, debe abarcarlo todo'. Para Sibelius lo esencial era 'la severidad de formas y la lógica profunda que crea un vínculo interno entre todos los motivos'. Cada una de sus sinfonías resulta un orbe perfecto y cerrado en sí mismo. Pasó de la austeridad gélida de la Cuarta a la exuberancia vitalista de la Quinta y de ahí a la sutil elegancia de la Sexta. No le importó lo más mínimo que la Quinta hubiese sido un éxito sin precedentes: no quería repetirse y no lo hizo. Su propia trayectoria vital parece una ilustración física de esa lenta y paulatina metamorfosis: así, el joven alto y rubio de los primeros años acabó por convertirse en un anciano vigoroso y completamente calvo, de poderosa y esculpida cabeza.
En realidad, si alguna vez Sibelius tuvo motivos para abandonar la música fue hacia 1908, cuando viajó a Alemania para extirparse un tumor maligno que le habían detectado en la garganta. Tenía 43 años y la operación resultó un completo éxito, pero la idea de la muerte inminente no dejaba de rondarle por la cabeza. Renunció al vicio del tabaco y a las fiestas y reuniones mundanas que tanto le gustaban. Paradójicamente, el miedo a morir espoleó su actividad creadora, que floreció en una serie de composiciones sombrías que se cuentan entre lo mejor de su producción: el Cuarteto de Cuerda op. 56 'Voces Intimae' y la extraordinaria Cuarta Sinfonía, cuyo desolador tercer movimiento, Il tempo largo, fue escogido por Sibelius para que sonara en su funeral.
En cambio, cuando abandonó la composición, recién cumplidos los sesenta, su salud no podía ser más perfecta. Aun le quedaban casi tres décadas de vida y nunca había hecho otra cosa más que crear música. ¿Cómo atribuir el silencio de un maestro de su talla -el mayor sinfonista viviente- al desfase con su propia época? Sibelius siempre había estado fuera de su época. Cuando sus admiradores le escribían, cuando le reclamaban otra obra, Sibelius iniciaba explicaciones confusas. No quería entregar nada que no estuviera a la altura de su leyenda.
Al parecer, la cúspide que había alcanzado en sus dos últimas partituras orquestales, Tapiola y la Séptima Sinfonía, le condujo a un callejón sin salida. Un compositor cuya música parecía crecer como un organismo vegetal y cuyo ideal de perfección era la cohesión temática interna, forzosamente tenía que acabar escribiendo una sinfonía en un solo movimiento. La Séptima era ese ideal y con ella estaba todo dicho. No obstante, Sibelius trabajó durante años en la partitura de la Octava. En 1932 llegó a anunciarse su estreno en Inglaterra, pero Sibelius jamás entregó la partitura al público, aunque su cuñado, Armas Järnefelt, y el director de orquesta inglés Basil Cameron afirmaron años después que la habían visto.
Nunca sabremos si la Octava existió realmente o si el propio Sibelius, en su paranoico afán perfeccionista, la destruyó. Ya había prohibido la interpretación de algunas obras juveniles que después, como Kullervo o La ninfa del bosque, resultaron auténticas maravillas. De manera que no nos queda otro remedio que imaginar cómo sonaría esa sinfonía que es el fantasma más glorioso de la historia de la música. Quizá fuese sólo silencio. O más hermosa aun.
(Publicado originalmente en el suplemento UVE de El Mundo en el verano de 2006)
El último relato del libro La mesa limón de Julian Barnes explora los años finales de Sibelius.
Etiquetas: david torres, Julian Barnes, Mahler, música, Rossini, Sibelius
27 Comments:
El hecho de que te guste Sibelius y sepas apreciar su "cohesión temática interna" demuestra que eres hombre culto, universal, abierto a todo tipo de influencias, y que por fuerza has de escribir cosas interesantes. (Nótese el retintín).
Ahora en serio, te digo una cosa: a mí todo este rollo de la cultura (impostada) y de los escritores que opinan de todo, que hablan de todo, que lo mismo te hacen un análisis político en una tertulia que te sueltan una parrafada sobre músicos de jazz de los 70 o que disertan sobre la influencia que tuvo el cine del destape en la España de la transición, cada vez me suena más a postizo, a tú-dime-de-qué-toca-hablar-que-yo-le-doy-a-la-manivela. ¿Qué coño hace Ángela Valvey en la tertulia política de La Brújula de Onda Cero, por ejemplo?
¡Un poco de autenticidad, por favor!
Estimado Juan:
a mí este rollo de los que protestan cada vez que alguien, escritor o no, dice una palabra de un nivel mínimamente superior a lo normal,obviando programaciones televisivas y ligas de futbol, me suena cada vez más a paleto.
Y no sé que pinta la mención a ángela Vallvey en este contexto. Ya, por poner un ejemplo. En fin...
¡Un poco de estilo, por favor!
Perdone que no firme, es costumbre, no cobardía.
Perdone también por haber escrito "Ángela" con minúscula. Los dedos a veces me traicionan.
Me encanta Ángela Valvey, pero desde el primer día que la oí en la tertulia política me di cuenta que estaba fuera de tiesto.
Yo es que sospecho que la gente que va a estos programas a hablar de cosas cultas en realidad se lo preparan. Sí, sí. Antes del programa se van a consultar las enciclopedias, enredan con el google, repasan varios libros sobre el tema. Luego llegan allí y sueltan con total naturalidad: "Un compositor cuya música parecía crecer como un organismo vegetal y cuyo ideal de perfección era la cohesión temática interna, forzosamente tenía que acabar escribiendo una sinfonía en un solo movimiento".
Claro. Lógico.
Yo eso lo descubrí oyendo las tertulias (que me encantan, insisto) del legendario programa de Garci "Qué grande es el cine". Allí todo el mundo se había repasado la biografía del director de la película, se había estudiado las diferentes versiones del guión y se había leído varios libros con las incidencias del rodaje. Y luego te decían como quien dice lo obvio: "Ahí en esa escena Paul Newman pone esa cara de asco porque desde pequeño odiaba a las serpientes pitón que habitaban las montañas de Oregón en donde pasó su infancia". Y tú dices "joé que tío, qué erudito".
Lo dicho: tú-dime-de-qué-toca-hablar-que-yo-le-doy-a-la-manivela
¿Y toda esa información acerca de la preparación de los demás la tiene usted de primera mano, oh cráneo privilegiado? ¿Y qué tendría de malo que alguien preparara su intervención para no decir chorradas? Del caso contrario está usted ofreciendo una muestra impagable.
Mire, Juan, me gusta Sibelius, qué le vamos a hacer. Lo tiene Vd. en mi perfil. Llevo oyéndole desde que cayó en mis manos un disco con la Quinta y la Séptima dirigidas por Karajan. Me he pasado media juventud oyendo Radio 2. Luego, cuando fui dependiente de discos en Crisol (tres años), pude escoger versiones. Actualmente tengo dos, la de Colin Davis y la de Barbirolli, que es, con diferencia, la mejor. Yo no tengo la culpa de ser un compositor frustrado (cosa que puede verse muy bien a poco que se analicen mis novelas) ni de que a Vd. le gusten los Chichos y tocar las narices en el blog de turno. Pero siga dándole a la manivela. Algún día acertará, digo yo.
Gracias, anónimo. Vd. necesita menos palabras.
El melón de Sibelius es gordo, David, pero hoy sí que has tropezado con un auténtico melón!!!
Coño, tío, es que vas provocando. ¿Cómo se te ocurre hablar de "cohesión temática interna" a gente que no ha pasado del graduado escolar? Es muy duro restregarnos no ya tu sintaxis sino tu cultura por la cara y hablar de Sibelius cuando lo que está de moda es presumir de que te gustan Los Planetas o Amy Winehouse. ¿Y quién cojones será ese Sibelius, que no sale en el programa de Garci?
A mí me pasa lo que a Juan: en cuanto oigo la palabra "cultura" saco mi encefalograma plano.
Creo que lo mejor de esta entrada está en el final: "Quizá fuese sólo silencio. O más hermosa aun".SOBERBIO, de verdad.
Saludos.
Yo ya había leído este texto, en su día, cuando se publicó en El Mundo. Me encantó.
La cuestión no es tanto si este texto es resultado o no de darle a la manivela, que sí hay cabezas privilegiadas que son capaces de sacar de sí mismo todo esto y más. La cuestión es cuántos, con la enciclopedia o con wikipedia delante, son incapaces de juntar dos palabras con un mínimo de calidad.
A patadas.
Y autores reconocidos y premiados.
Un abrazo
Javier
Coincido con angelus. Se trata de un grandísimo final. Y mira que no soy amigo de la grandilocuencia y de la cursilada y, David, tendrás que reconocer que en esta ocasión te acercas un poco, puede que jugando con eso con toda intención, no sé. Tal vez sea el tiempo, o la época del año, pero la verdad es que me ha encantado.
Respecto al tema de los tertulianos y comentaristas en general... si tenemos que aguardar a que hablen de determinados temas sólo los verdaderamente expertos, aquellos más altos eruditos en cada materia, es posible que, siguiendo la imagen del artículo de David, sólo escucháriamos silencio.
Saludos.
Dan
Pues sí, hay mucha gente que con la enciclopedia delante no es capaz de armar una frase coherente. Escribir es otra cosa, y eso creo que sólo lo sabe el que dedica su vida a inventar historias.
Nada, David, ánimo. Esto es lo que tiene lo de los blogs, que se convierten en una viña sin vallar. Pero por eso también son interesantes, creo.
Por cierto, muy bien en Getafe el sábado. Me dijeron que también estuviste por allí.
Un abrazo
¿Muy bien el sábado, Andrés? ¿Está usted seguro? (jur jur jur jur)
(Pásate por mi blog a leer la crónica)
Un abrazo,
Pedro de Paz
Hombre, ya sabes, siempre se puede mejorar, pero no estuvo mal, y lo pasé bien, salvo un pequeño incidente que tuve a la vuelta. Ya me he pasado por tu blog y te he dejado un comentario donde te lo explico un poco mejor, que tampoco se trata de aburrir a los lectores de nuestro amigo David.
Un abrazo,
hombre, se puede distinguir entre:
1) El que sabe de lo que habla, a quien en modo alguno hay que exigirle credencial de experto o certificado de autorización para hablar de lo que sabe (opino que éste es el caso del post). Por otro lado, ¿y qué si alguien se prepara para ir a un programa de tv o de radio, si sabe expresarse y sabe lo que dice?
2) El tutto logo que pontifica ex cathedra mediae sobre cualquier cosa que le pongan delante (no importa si las hipotecas subprime, el hormigón pretensado, la violencia de género, el spleen baudeleriano, los templarios, el expresionismo abstracto, la reforma del senado, el hambre en el mundo, la ruta del bacalao, la actual situación penitenciaria, la educación sexual de los niños, la telebasura -ay, ironía, que puta eres-, la última faena de josé tomás, la directiva de retorno y así hasta el infinito).
Por descontado, no todos los tertulianos caen en la tentación de ese tipo de tutto logo, ése que, en lugar de hablar desde el common sense, lanza diatribas como si tuviera dieciséis masters en el tema del que habla (sea el que fuere). La libertad de expresión es sagrada, y no nos vamos a poner pesados. Pero coño, reconozcamos que hay algunos tertulianos de esos, de los que pontifican, que abruman con tan exuberante y ubérrima ignorancia. Saludos,
pablo m.
Yo sólo quería provocar el debate. O provocar, sin más.
"Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la triste limosna que le dejaron las horas y los siglos" J.L.Borges
"I will rather mumble and prose about what I certainly know,--my
house and barns; my father, my wife, and my tenants; my old lean bald pate; my knives and forks; what meats I eat, and what drinks I prefer; and a hundred straws just as ridiculous,--than I will write, with a fine crow-quill, a fine romance." Emerson
Anónimo, sí, un melón provocador, fíjese Vd.
Capitan Tan, idem.
Angelus, gracias.
Javier, tienes toda la razón.
Dan, no es tanto que jugara a ello, como que soy un poco cursi por naturaleza. Al hablar de música, el arte puro por excelencia, siempre corremos el riesgo de embadurnarnos de palabras.
Andrés, sí, gracias, estuve el primer miercoles.
Don Pedro, la leeré.
Pablo, bastante de acuerdo con su clasificación. Ahora, quien no se documenta antes de escribir sobre un tema, por mucho que le guste, es un imbécil.
Estimado Juan:
¿Provocar, sin más?
Con lo fácil que es no provocar, sobre todo no teniendo motivos...
El debate no lo veo, a no ser que de verdad considere usted mejor que alguien salga a la palestra a soltar la primera parida que se le ocurra (caso, por cierto, que se da en muchos tertulianos, que intente dar lo mejor de sí estudiando de antemano la cuestión que se va a tratar. Usted es muy dueño de opinar lo que quiera (faltaría más, pero permítame que yo prefiera que el cirujano que va a operarme venga estudiado y no dispuesto a improvisar.
Falta el cierre del paréntesis. De nuevo los malditos dedos...
Usted disculpe
by the way, olvidé puntualizar que Ángela Vallvey no me parece para nada una tutto logo pontificante. La he visto unas cuantas veces en una tertulia de la tele (creo que en Cuatro). No me gustan demasiado sus opiniones políticas (quizás es una falsa impresión, pero la veo pelín escorada a la diestra para mi gusto). Tiene gracia y se mueve entre la ironía y la vehemencia con un punto de ingenuidad muy bueno (quizás esto también es falsa impresión).
pax y saludos.
pablo m.
"pelín escorada?" A qué le llama usted un pelín? Usted a Lara le llama un pelín corpulento? A Savater un pelín reaccionario de sala de estar, esto es "hippie benetton"? A F. Mallo le llama usted un pelín pedante y corrido de sí mismo? Ah! Ése "pelín". Vale, lo he pillado.
Dicho esto, añadiré que Vallvey me parece una tertuliana excelente. No me mola su ideología, pero la razona, no la grita ni tira a sus adversarios tertulianos a los cerdos...
Anónimo, esto de las réplicas y las contra-réplicas tiene más vicio que la sábana bajera, ¿a que sí?
Sí, quizás ese "pelín" se queda corto con respecto a las ideas políticas de Vallvey. Al margen de ello, parece inteligente y divertida.
No sé si lo que dices de Savater ("reaccionario de sala de estar, esto es "hippie benetton") y Fernández Mallo ("pedante y corrido de sí mismo") es lo que tu piensas. Yo no.
No sé si hay que juzgar a Savater por sus tomas de postura en política (o mejor, en la política española de hoy), muchas de las cuales, por cierto, son perfectamente atendibles y nada reaccionarias (vgr, en laicismo, educación). No hay que olvidar, en todo caso, que Savater es un tipo directamente amenazado por los guardianes de las esencias identitarias que todos conocemos. Eso puede condicionar a cualquiera. Pienso que debemos bastante a Savater. Introdujo a Cioran en España, tradujo comprensiblemente a Bataille (empresa nada fácil), supo leer a Nietzsche alejándose prudentemente de los entusiasmos postestructuralistas del momento, y así un largo etc. Escribe como dios. A mí me cae bien sólo porque gracias a él descubrí a Clément Rosset. Me permito recomendarte que leas "Nihilismo y acción" (Taurus, 1971) y "Apología del sofista" (Taurus, 1973). Allí está el mejor Savater con filias frankfurtianas, brillante, muy brillante.
No conozco a Fernández Mallo personalmente y no sé si es pedante ni si está encantado de haberse conocido. En su blog parece un tipo cercano, educado. Ni idea. Me cae bien. La pinta hace mucho. Lleva unas gafas iguales a las de mi mujer, factor de empatía importante. Ahora tengo delante la portada de "La bolsa de pipas" y lo veo como una mezcla de dandy del XIX, exquisito, sin llegar a lo relamido, y personaje de tebeo (un mix de Lucky Luke, Mortadelo y El botones sacarino), todo ello pasado por una batidora indie.
No comparto algunos de sus puntos de vista epistemológicos (que a veces expresa en enunciados tal vez terminantes, categóricos, acaso imperativos, demasiado parecidos a esos juicios sintéticos a priori tan poco posmodernos...). Pero a mí todo esto me da igual. Pienso que lo que ha de ser valorado en un escritor es, ante todo, la obra. Y aquí me quito el sombrero. Chapeau. Mallo es muy buen escritor, sabe escribir y sabe transmitir. Acabo de leer Creta lateral travelling. Hermoso libro, hermosa reedición de Sloper.
Coño, anónimo, ahora me doy cuenta de que estoy pontificando aquí como los tutto logo a los que yo mismo ponía a parir el otro día... Bien, hay tres diferencias. No soy nadie. Sé de lo que estoy hablando. Además lo hago gratis. Un abrazo,
pablo m.
Sí tiene vicio, sí. Lo de F. Mallo iba solamente por eso que usted llama "sus puntos de vista epistemológicos" y cosas parecidas: "o lo veis como yo o es que sois unos pasados de moda, ajenos a la realidad y desde luego nada fashion y enrollado como yo mismo y algún que otro amigo". Un ejemplo: "viajar es un atraso". Puede ser, pero si yo digo: "El sedentarismo es un atraso" puede ser también. Claro que no es tan de rompe y rasga con la burgesía cultureta. A eso me refería. Por supuesto, no quería referirme a él como persona, faltaría plus. Parecido me pasa con Savater. "Hippie Benetton" va por aquello del liberalísimo agarrado a las subvenciones del estado. Sin embargo, respeto su trabajo. Admiro su valentía. Aborrezco su estrechez de miras respecto de la realidad, algo que, como usted dice, bien pudiera deberse a su lamentable situación. Igual en su situación mis miras serían tan estrechas como las suyas, qué sé yo...
Saludos
Todo es relativo, todo depende del punto de vista. A mí vosotros me parece que soltáis un ligero tufillo a la hoz y el martillo conservada en alcanfor.
Pero si es lo que os gusta...
Como le oí una vez a Jiménez Losantos "¿Qué es eso del viaje al centro? La derecha es el centro."
Y tanto.
La derecha liberal, claro, no la otra.
ya hablé demasiado el otro día, juan; creo que tienes unos días malos; pregúntale a mamá si te ha dado las pastillas. saludos
pablo m.
ya hablé demasiado el otro día, juan; creo que tienes unos días malos; pregúntale a mamá, porque me parece que se le ha olvidado darte las pastillas. saludos,
pablo m.
Lo he leído hasta el final :)
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